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De lo sostenible e insostenible. ¡Vámonos de compras!


Nos encanta salir de compras y comprar de todo, lo que necesitamos y lo que no. Comprar nos da poder, es algo así como: “aquí estoy yo con mi cartera o mi tarjeta de crédito petada de dinero y me compro lo que quiero porque puedo”. Da estatus social. Si compras mucho, es que tienes pasta, y eso te diferencia del resto, te posiciona. Comprar y gastar es el SEO del estatus social.

Pero, ¿es sostenible este comportamiento? Y voy más allá, ¿es inteligente este comportamiento?

Probablemente los compradores compulsivos no se paren a reflexionar sobre las consecuencias de sus actos, sobre las distintas opciones existentes a la hora de comprar, o sobre la verdadera necesidad de realizar la compra. Simplemente compran, y mientras más y más barato (o no), mejor.

Parémonos a pensar en esa cantidad de cosas inservibles que acumulamos en nuestras casas, que algún día adquirimos porque “las necesitábamos” y hoy en día, son invisibles o se encuentran ocupando un espacio que no nos sobra en nuestras viviendas. ¿Cuántas de estas cosas que eran fundamentales lo siguen siendo? Probablemente ninguna o casi ninguna.

Compramos por comprar, nos dejamos llevar por el marketing, por el deseo de tener cosas y acumularlas, cuando esto, más que darnos libertad, nos esclaviza.

Nos hace esclavos de las marcas, del consumo y pone a las cosas por delante de las personas. Y, además, nos quita espacio, nos incomoda y nos da más trabajo.

¿Te deshaces de lo que no usas?

Si llevas más de un año sin usarlo, no lo necesitas, y probablemente no lo volverás a usar jamás. Haz la prueba, ¿cuántas de las cosas que acumulas en casa las has utilizado en el último año, y cuánto tiempo hace que no usas esas cosas que hace más de un año que no utilizas? ¿Crees que las vas a utilizar? Las cosas que no hayas utilizado durante el último año, probablemente no las vuelvas a utilizar, de hecho probablemente no recuerdes que las tienes.

Bien sea ropa o cualquier aparato último modelo y que incorpora la tecnología más puntera del universo para medir la diferencia de temperatura entre el exterior y el interior de una vivienda, compra lo que necesites y vayas a utilizar. Si no te dedicas a hacer auditorías energéticas, ¿para qué te compras un medidor de temperatura en edificación? Recuerdo un día en el Lidl, en el que todas las personas acudían como locas a comprarse un aparato de estas características como si la vida se fuera a acabar si no se hacían con uno de ellos. Y pensé: “el mundo se va a la mierda”, y no precisamente por aquellos que se abalanzaban a comprar los medidores de temperatura, sino por las gafas de visión nocturna que yo llevaba en la mano y que me servirían para hacer estudios nocturnos de fauna (por supuesto, desde aquel momento pasaría las noches de invierno observando la colonia de grullas...) y que mi “súper voz de la conciencia” me quitó de las manos para devolverlas a su sitio al tiempo que me decía: “no te flipes tanto, David Attenborough”. En este caso, la compra de las gafas de visión nocturna, si eran imprescindibles para mi vida y mi trabajo, pero he podido vivir sin ellas y superar el trauma. El negocio tampoco va mal.

Si yo puedo, tu puedes.

Haz una lista con todas estas cosas sin las que no puedes vivir y que por eso te compraste, pero que a pesar de ello, están aparcadas en tu casa, cogiendo polvo y ocupando espacio. Piensa en el dinero que llevas gastado en cosas que no usas y en el viaje que te podías haber pegado si hubieras utilizado ese dinero de manera más eficaz. Y ahora piensa en liberarte de todas esas cosas y donarlas a alguien que quizás las necesite de verdad, o les pueda dar algún uso. Si no sirven para nada, llévalas a un punto limpio, donde podrán separar los materiales que componen tus tesoros inservibles y reutilizarlos para que no tengamos que seguir explotando las materias primas de la tierra en vano.

Pensemos en que todo lo que consumimos, existe porque el planeta nos ofrece sus recursos: metales, minerales, agua, suelo, etc. No podemos sobreexplotar los recursos y exponernos a nosotros mismos y a las generaciones venideras, nuestros hijos, a que no puedan disfrutar de poder vestirse, alimentarse, utilizar dispositivos tecnológicos, etc. Es muy egoísta no pensar en que esto puede ocurrir, en que no es nuestro problema, si no el problema de los que vendrán.

Sí es nuestro problema y nuestra responsabilidad como ciudadanos tener un consumo responsable en relación a todo lo que consumimos. Comprar, sí, pero comprar bien; lo que necesitamos y asegurándonos de que ha sido producido siguiendo una mínima normativa que garantice los derechos de los trabajadores y respeto por la normativa ambiental. Y si no estamos seguros de ello, la mejor opción será realizar la compra en un lugar que nos de estas garantías.

Es importante que tomemos conciencia de que el consumo es una fuerza con mucho poder capaz de modificar conductas insostenibles, y que todos, a través de nuestra decisión de compra (que es lo único que podemos controlar), podemos conseguir grandes cambios. Simplemente tenemos que saber que es posible si queremos.

Cosa eres y en basura te convertirás. Testimonios reales.

“Tengo una máquina de musculación multiestación. Hace 15 años se rompió uno de los cables y no he conseguido arreglarla, no tengo tiempo y no encuentro quien me la arregle. He intentado venderla, pero la gente prefiere una nueva. Hoy en día la utilizamos de multiperchero, pero creo que quedaría muy bien en el centro de alguna rotonda”.

“Tengo una colección de ropa con la etiqueta puesta desde hace 20 años, creo que no me la pondré nunca, pero la guardo por si acaso, o para mis hijos. Las modas siempre vuelven. Que cuerpecito tenía por entonces”.

“Odio jugar a los videojuegos, pero me compré la WiU, la Nintendo DS y un karaoke. Quedan muy bien en la vitrina. Cuando vienen amigos a casa siempre quieren que saque alguna de ellas para jugar, pero no sé cómo funcionan”.

“Siempre he querido aprender a tocar la guitarra, así que un día me compré una. Sigue en la funda.”

“No me gustan los dulces, pero me compré la plancha para hacer crepes. Siempre es bueno tenerla por si acaso, el problema es que tengo espacio para guardarla.”

“Me compré una máquina de coser porque en esta vida hay que estar preparado para hacer cualquier cosa. La cuestión es que no se ponerle los hilos y lleva 5 años guardada”.

“Le compré a mi perro varios juegos para desarrollar la inteligencia y entrenar su olfato. La primera semana fue muy divertido, pero ya no los uso porque no tengo tiempo y es mejor salir al parque”.

“Me compré un vestido precioso, no era mi estilo, pero me quedaba tan bien que me lo compré. Me veo disfrazada con él y creo que me hace mayor, por eso no me lo pongo, pero me queda de muerte, sobre todo colgado en el armario.”

“Me gustaba tanto que me la tuve que comprar. Cuando llegué a casa descubrí que era una camiseta premamá y yo no estaba embarazada. Pensé, bueno, la guardo para cuando llegue el momento. Hoy por hoy, más de 15 años después, sigo sin hijos.”

Déjanos tu experiencia.


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